El rugido del Atlántico se escucha con anticipación. Aunque faltan meses para el inicio oficial de la temporada de huracanes, las aguas que albergan a estos colosos climáticos ya palpitan con energía. Las temperaturas oceánicas en el Atlántico Norte se encuentran en niveles históricos para esta época del año, encendiendo las alarmas y pronosticando una temporada de ciclones tropicales que podría ser de las más activas que se recuerden.
Un océano que arde:
Las aguas del Atlántico Norte no solo están cálidas, están ardiendo. A principios de febrero, las temperaturas de la superficie del mar alcanzaron niveles nunca antes vistos para este mes, superando en 1 grado centígrado lo normal. Es como si junio hubiese llegado a febrero, y no solo eso, en la zona donde se gestan la mayoría de los huracanes del Atlántico, las temperaturas asemejan las de julio.
¿La causa? Una ola de calor oceánica sin precedentes que comenzó en marzo y no ha dado tregua. Impulsada por el “super El Niño” y el aumento de la temperatura global debido al cambio climático, esta anomalía térmica ha convertido al Atlántico en un caldo de cultivo ideal para los ciclones.
La Niña: un invitado no deseado:
Como si el calor oceánico no fuera suficiente, la probabilidad de que se desarrolle La Niña este año aumenta aún más el riesgo de una temporada de huracanes de gran intensidad. La Niña, un patrón climático del Pacífico, suele amplificar la actividad ciclónica en el Atlántico al disminuir la cizalladura del viento, un factor que puede desgarrar las tormentas o impedir su formación.
Temporada temprana y tormentas impactables:
Las aguas cálidas y la influencia de La Niña podrían adelantar la formación de tormentas, aumentando la probabilidad de que estas impacten zonas pobladas. Aunque no hay una correlación directa entre una temporada activa y una temporada impactante, a mayor número de ciclones, mayores son las posibilidades de que alguno toque tierra.
¿Qué podemos hacer?
Es vital que las comunidades en zonas propensas a los huracanes se preparen con anticipación. Prestar atención a los pronósticos, tener un plan de emergencia familiar y contar con los suministros necesarios son acciones que pueden marcar la diferencia.
Un futuro incierto:
Si bien las predicciones apuntan a una temporada de gran actividad, aún no podemos determinar con exactitud su magnitud. Los “patrones meteorológicos cotidianos” jugarán un papel crucial en la dirección de las tormentas. Sin embargo, una cosa es segura: el Atlántico ruge con anticipación y debemos estar preparados para enfrentar su furia.