La Historia apunta a que los Grandes Huracanes en Quintana Roo ocurren en ciclos de alrededor de 15 años. Un periodo de ciclones intensos marca los ciclos, y entre ellos hay fases de relativa tranquilidad. Esta es una tendencia que lleva más de 50 años.
Los Grandes Huracanes que devastaron Quintana Roo y Yucatán
Janet (1955)
El huracán Janet, uno de los más devastadores en la historia de Quintana Roo y Yucatán, causó estragos en Chetumal y sus alrededores. Con vientos que alcanzaron los 282 km/h, el huracán dejó un rastro de destrucción a su paso.
Chetumal, en particular, sufrió daños catastróficos, con solo cuatro edificios que lograron mantenerse en pie. Se estima que el 97% de las estructuras en la ciudad quedaron destrozadas. Las carreteras, los cultivos, el puerto y las viviendas se vieron gravemente afectados por la furia de Janet.
La tragedia se reflejó también en el número de víctimas. Aunque solo se recuperaron 120 cuerpos, se estima que hubo al menos 500 muertes. Además, alrededor de 10 mil personas perdieron sus hogares y quedaron en situación de calle. El impacto económico fue igualmente significativo, con pérdidas estimadas en 40 millones de dólares en Quintana Roo, incluyendo Chetumal y la localidad de Xcalak, que quedó completamente destruida.
La fuerza del huracán generó una marejada ciclónica que arrastró el agua de la bahía tierra adentro, con profundidades de hasta 2 a 3 metros. Después de que Janet pasó por Chetumal, la ciudad quedó sumergida y, a medida que el nivel del agua descendía, se revelaba la magnitud del daño causado. Las personas afectadas, sin alimentos, agua, ropa ni medicinas, buscaban entre los escombros en busca de cuerpos para su identificación.
El impacto del huracán Janet en Chetumal fue desgarrador y dejó una profunda huella en la historia de la región. La reconstrucción y la recuperación de la ciudad y sus habitantes representaron un desafío monumental, pero también demostraron la resiliencia y la solidaridad de la comunidad en tiempos de adversidad.
Huracán Beulah (1967)
Hace más de 55 años, el huracán Beulah azotó la región con una intensidad comparable a la categoría dos en la escala Saffir-Simpson. A su paso por Cozumel y Puerto Morelos, dejó una estela de destrucción y pérdidas en las zonas agrícolas y ganaderas. Las viviendas, construidas con materiales frágiles como madera, guano y láminas de cartón, resultaron especialmente vulnerables a los fuertes vientos y tormentas. A pesar de la pobreza existente, la comunidad poco a poco logró rehacerse, reconstruyendo sus hogares con los recursos que pudieron recolectar en la selva.
Es importante destacar que, aunque la costa norte de la región afectada por Beulah estaba poco poblada, en ese momento se encontraban trabajando en la zona numerosos chicleros provenientes del vecino estado de Yucatán. Estos trabajadores, junto con los miembros de las cooperativas y ejidos locales, se vieron afectados por la tormenta mientras se encontraban en plena selva, sin una comunicación regular. Algunos de los más experimentados recomendaron refugiarse en cuevas y rehoyadas cercanas a los campamentos, lo que evitó desgracias personales entre los chicleros.
Tras la tempestad, llegó la calma, pero la selva quedó marcada por la pérdida de ramas y hojas de los árboles. La falta de alimentos naturales afectó a la vida silvestre, que comenzó a acercarse a los pueblos en busca de ayuda y alimentos por parte de los residentes. La escasez y el hambre entre los animales se hicieron evidentes, y en ocasiones, los habitantes locales compartieron sus excedentes de granos para mitigar el sufrimiento de la vida silvestre.
A pesar de las dificultades y la devastación causada por el huracán Beulah, la comunidad se unió para reconstruir y recuperarse. La experiencia de aquel desastre dejó lecciones importantes sobre la necesidad de preparación y resiliencia frente a eventos climáticos extremos. La región aprendió a fortalecer sus infraestructuras y a tomar medidas para proteger la vida y los bienes de sus habitantes, recordando siempre la importancia de la solidaridad y la respuesta rápida ante situaciones de emergencia
Huracán Gilberto (1988)
El 14 de septiembre de 1988, el huracán “Gilberto” impactó a Yucatán, dejando una estela de daños significativos en viviendas e infraestructuras, así como la caída de árboles y la interrupción del suministro de agua y electricidad durante varios días. Fue uno de los fenómenos más poderosos que ha afectado al estado. Este evento tomó por sorpresa a los residentes yucatecos, acostumbrados a fenómenos meteorológicos de menor magnitud, y marcó un antes y un después en la forma en que la población se prepara para estos eventos.
El huracán “Gilberto” cambió la fisionomía de la costa, provocando el colapso de muchas casas de playa que hasta el día de hoy permanecen sin reparar, como testimonios de la devastación causada por este ciclón. Según el meteorólogo Juan Vázquez Montalvo, aunque a lo largo de la historia los huracanes han impactado en Yucatán, “Gilberto” y el huracán “Isidoro” fueron dos de los más poderosos. “Gilberto” fue especialmente destructivo al ser categorizado como un huracán de categoría cinco y causar estragos tanto en Cancún como en la parte norte del estado.
El paso de “Gilberto” dejó una lección en la conciencia colectiva de los yucatecos, quienes aprendieron a tener respeto por estos fenómenos y a tomar medidas de preparación más sólidas. Las consecuencias de este huracán perduran en la memoria y en la forma en que la entidad se enfrenta a los desafíos climáticos.
Wilma (2005)
Hace 17 años, el huracán Wilma golpeó el Caribe mexicano, dejando a su paso inundaciones y devastación. Sin embargo, este suceso se convirtió en un punto de inflexión y en una fuente de aprendizaje para la región. Wilma se formó rápidamente a partir de una depresión tropical el 18 de octubre de 2005 y en poco más de 24 horas se transformó en un poderoso huracán de categoría 5 con vientos de hasta 280 km/h.
Ante la aproximación de Wilma a Quintana Roo, las autoridades se prepararon para lo peor. El meteorólogo Luis Antonio Morales Ocaña, quien llevaba años monitoreando el clima, se encontraba en Playa del Carmen y vivió de cerca los efectos del ciclón. El 20 de octubre, Wilma se encontraba a 320 kilómetros al sureste de Cozumel y tenía categoría 4 en la escala Saffir-Simpson. A medida que el huracán se acercaba, los habitantes de Playa del Carmen y Cozumel comenzaron a sentir los efectos de la tormenta tropical.
La situación empeoró cuando Wilma se estacionó sobre Cancún durante más de 60 horas, golpeando con fuerza como un huracán de categoría 3. Los fuertes vientos y las intensas lluvias causaron una gran destrucción y afectaron gravemente las playas de Cancún, uno de los destinos turísticos más importantes del país. La reconstrucción de Cancún comenzó de inmediato, con el apoyo del Gobierno Federal, los militares, la Cruz Roja Mexicana y otros estados que enviaron ayuda y suministros.
Sin embargo, también surgieron problemas durante esta crisis. Hubo casos de saqueos a tiendas y plazas, no solo para obtener productos de primera necesidad, sino también para llevarse otros artículos, como electrodomésticos. Las autoridades tuvieron que intervenir y varias personas fueron procesadas, aunque algunas recuperaron su libertad después de devolver lo saqueado.
El huracán Wilma dejó una profunda huella en la región, pero también sirvió como un momento de aprendizaje y preparación para futuros eventos climáticos.
Te podría interesar: ¿Cuánto invierte el mejor hotel de Cozumel en protección contra huracanes?
El huracán Wilma formó parte de la Histórica Temporada de Huracanes de 2005, junto con el Huracán Katrina y el Huracán Rita. Primero pasó por Cozumel, cerca de Playa del Carmen, para moverse lentamente hacia Cancún. Los extremos daños que causó se explican además por qué se quedó estacionario en Cancún, moviéndose a 6 Km/h.
¿Temporada de Huracanes 2023?
La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) ha emitido su pronóstico oficial de huracanes en el Atlántico para la temporada 2023. A medida que nos adentramos en los meses de mayor actividad, es crucial estar informados y preparados.
Según la NOAA, se espera una temporada de huracanes en el Atlántico cercana a lo normal. Esto significa que podríamos presenciar una cantidad promedio de tormentas y huracanes. Sin embargo, no debemos subestimar su potencial y debemos seguir las recomendaciones de seguridad.